Conmemoramos los 150 años de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia.
Al considerar este importantísimo aniversario es justo que destaquemos algunas grandes virtudes que colmaron su alma: la sencillez, el desapego, el amor a la vida oculta.
Virtudes por las que buscó a Dios, encontró a Dios y gozó de Él*.
El Señor lo eligió como Padre nutricio del Niño Jesús y esposo de la Santísima Virgen y lógico es que la Santa Iglesia lo proclamara su Santo Patrono.
Protector de Jesús y de su Cuerpo Místico; la Santa Iglesia.
Así es que el 7 de julio de 1871, el Papa Pío IX escribió el Breve Inclytum Patriarcham donde indicó:
“El ilustre Patriarca, el bienaventurado José, fue escogido por Dios prefiriéndolo a cualquier otro santo para que fuera en la tierra el castísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María, y el padre putativo de Su Hijo único.
Con el fin de permitir a José que cumpliera a la perfección un encargo tan sublime, Dios lo colmó de favores absolutamente singulares, y los multiplicó abundantemente.
Por eso, es justo que la Iglesia Católica, ahora que José está coronado de gloria y de honor en el cielo, lo rodee de magníficas manifestaciones de culto, y que lo venere con una íntima y afectuosa devoción”.
La proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Universal coincidió con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción del año 1870 y se dio en tres Misas celebradas al mismo tiempo en tres basílicas papales: San Pedro, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán.