“¿Qué educador, escribe Chesterton, habrá seguido, como los padres, al niño desde la cuna, tendrá tiempo de hacer un justo discernimiento de las inclinaciones del espíritu y de las aptitudes particulares de cada alumno? ¿Tendrá acaso la perspicacia y el amor de una madre?
‘‘Los padres son irreemplazables. Buscad el educador oficial que tenga el gusto, el tiempo libre, la aptitud que exige esta lenta iniciación del espíritu, del corazón, de la conciencia, que se opera en el hogar, aun cuando esta oficina de la vida no proporciona más que un mínimo de recursos (...)" (CHESTERTON, G. Divorcio, edición francesa, Sorlot, París.
Desde su concepción el niño es integrante de la comunidad familiar. El despertar de un espíritu tiene por centro a la familia. Normalmente es en ella donde se elaboran los primeros conocimientos. “La familia recibe, pues, inmediatamente del Creador la misión y consecuentemente el derecho de dar la educación al hijo, derecho inalienable porque está unido inseparablemente al estricto deber correlativo, derecho anterior a no importa qué derecho de la sociedad civil y del estado; por tanto inviolable por cualquier potencia terrena que sea.” (Pío XI, Divini Illius Magistri)
Junto a ese deber-derecho de educar, los padres reciben las gracias necesarias para hacerlo. En las primeras etapas, son ellos los que saben lo que más necesita el niño y van despertando en él, con amoroso y constante afán, las virtudes necesarias para vivir en sociedad y para la eternidad.
Pero se dirá: ¿si los padres son torpes, ignorantes de la ciencia pedagógica, enceguecidos por un afecto mal entendido?
Aun en ese caso tendrán sobre los pedagogos más sabios y mejor entrenados una ventaja, la del amor a los propios hijos y el amor, sin más.
La educación en el hogar presenta otras ventajas. Es continua: Los padres menos dotados hacen pedagogía, a menudo sin saberlo, porque el amor de sus hijos los lleva naturalmente a comprenderlos, a resolver sus problemas, a ayudarlos en todo lo que pueden.
Y la educación familiar es personal. Se conoce a cada uno de los niños con sus cualidades, sus defectos, sus reacciones habituales ¿Cómo profesores o psicólogos desbordados podrían educar a sus alumnos, uno por uno, como en una familia, aun con su capacitación y con su abnegación?
Además, en nuestro proyecto educativo, los padres, en el cumplimiento de este deber-derecho de educar, no están solos, sino que reciben la ayuda de otros miembros de la comunidad. Sus naturales delegados y colaboradores son los maestros. Es por eso que nuestra propuesta se asienta en el sólido compromiso de las familias como gestoras de la acción educativa junto a los docentes especializados en cada área que provee el Colegio.
Este cuerpo docente, constituido por los Coordinadores de áreas, es el encargado de elaborar el material que se provee a las familias, el cual incluye una planificación general y el desarrollo de cada una de las disciplinas, incluyendo material de lectura, ejercitación, guías de trabajo, bibliografía complementaria, autoevaluación, etc. También se encargan de seguir todo el proceso de aprendizaje, atendiendo consultas y dando clases de apoyo si es necesario. Por último, son los encargados de evaluar los conocimientos adquiridos para certificar los estudios.
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