Jacinta Marto

2020, 100 años del aniversario del fallecimiento de Santa Jacinta Marto. 


Este centenario de la muerte de Jacinta Marto tiene que ser para nosotros una ocasión de refrescar nuestras ideas y avivar nuestro fervor.
Jacinta no puede ser comprendida si no comprendemos antes el mensaje de Fátima. Es un mensaje sorprendente, la Virgen nos desconcierta como nos desconcierta Jesús en el Evangelio.
Por un lado, Dios, en vez de elegir a un profeta, envía a su propia Madre en pleno siglo XX, incrédulo e impío, para traer al mundo un mensaje de urgente conversión.
Por otra parte, no le habla al Papa ni ningún catedrático ni sabio, sino a tres pastorcitos de instrucción elemental de un insignificante pueblito de Portugal. Una de ellos, Jacinta, de siete años. ¿Cómo puede entender una niña de apenas siete años un mensaje del Cielo?
Pero Jacinta sí comprendió bien el mensaje, lo que Dios quería de ella y del mundo.
El 13 de mayo de 1917 el Corazón de la Virgen se abre sobre el mundo, ya se empieza a transmitir el mensaje.
La Virgen les hace una pregunta y les pide un poco de generosidad, y aquí vemos que Jacinta y los pastorcitos comprendieron desde el principio de qué se trataba el pedido del Cielo. “¿Queréis ofreceros a Dios para hacer sacrificios y aceptar voluntariamente todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros, en reparación de tantos pecados con que la Divina Majestad es ofendida, para obtener la conversión de los pecadores y en desagravio de tantas blasfemias y ultrajes hechos al Inmaculado Corazón de María?”
Desde la primera aparición se habla del Corazón de María, ultrajado, que pide desagravio. Y nuestra Madre los alienta: “Vais a tener que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza.”
Entonces, aquí nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente los movió a hacer esos sacrificios y oraciones que en dos años los llevará a la santidad?
Y es que desde el principio, no sólo vieron en el Corazón de María a Dios, sino a un Dios ofendido. Vieron y comprendieron que la Virgen estaba desconsolada ante tantas ofensas y negligencias. Esto es lo importante: la Virgen en Fátima no venía tanto a consolar como a ser consolada.
Comprendieron que Ella les proponía un camino de dolor y de sacrificios para reparar los ultrajes que los hombres hacen contra su Corazón y contra Dios.
Entonces, lo que tenemos que comprender nosotros, es que Jacinta y sus compañeros se constituyen en parte del problema: están inmersos en el problema, comparten ese dolor y esa angustia que emana de la Señora, y se olvidan de ellos mismos. Encarnan el misterio del dolor de Cristo y María. Ven llorar a la Virgen, y lloran. Ven a la Virgen y a Dios pidiendo consuelo, y responden dando consuelo. Consuelan a Dios. Oyen que la Virgen les pide penitencia y sacrificios, y se ponen manos a la obra.
Insistamos en aprovechar los 100 años de Jacinta, y preguntarnos seriamente: dado que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado, ¿yo también quiero? Dios pide oración, ¿intento rezar bien, y un poco más? Dios pide penitencia, ¿y yo la hago? ¿Cuánto tiempo dedicamos a rezar? ¿Somos hombres de oración, o es sólo un impulso momentáneo ante un problema?
Nosotros somos parte del mensaje: o consolamos con ellos, o somos motivo de su llanto. Consolemos a Dios, consolemos el corazón de su Madre. Sólo así vendrá la paz, nuestra paz. Sólo así su Corazón Inmaculado triunfará.    

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