Al decir del Doctor Angélico “…corresponde a la naturaleza del hombre el ser sociable y político, que no vive aislado sino en medio de sus semejantes formando una comunidad; tan así es que la misma necesidad natural que afecta al hombre, nos revela que precisa vivir en sociedad, mucho más de lo que precisan vivir juntos muchos otros animales. Por ello, el hombre recibió la razón para que pudiera mediante el trabajo obtener todas estas cosas (las necesarias para su sustento, protección y defensa); y es evidente que el hombre aislado es insuficiente para abastecerse plenamente” (Sto. Tomás de Aquino, Op. Sobre el Reino, Cap. I, traducción castellana de Antonio Tomás y Ballús, Edic. Poblet, Bs. As. 1947, págs. 532-533).
Salvo Adán, no se sabe de hombre alguno que haya existido sino como consecuencia de vínculos entre otros semejantes que lo precedieran. Como tampoco se tiene noticia de la existencia de ser humano cuya vida se haya desarrollado privado de vínculos con otros hombres (Widow Juan A. El hombre, animal político, Edic. Nueva Hispanidad, año 2002, pág.19).
Por otro lado, la natural sociabilidad humana no implica desconocer en el hombre su condición individual, que lo consuma como una sustancia única e irrepetible, la humana, plasmada desde el mismo momento de su concepción. Unidad distinta de sus padres y del resto de los seres: ni bestia ni ángel. Hombre, capaz de desarrollar lo que potencialmente ya tiene, como la semilla del árbol, germinalmente, en su humanidad, a través del trayecto vital que por puro designio divino le espera.
Encontrar el camino de plenitud en cuanto hombre, constituirse, juntamente con los padres que cooperaron a su existencia, en el báculo donde apoyarse para dar sus primeros pasos, es el único presupuesto necesario de cualquier plan educativo primario o secundario.
Así plantea el Colegio de la Victoria el desafío de la socialización humana, del hijo, del alumno concreto, cuyo objetivo será, pues, presentarle las realidades que lo precedieron, estimulando su diálogo con ellas: su mismo Creador y el primer mandato acerca de su existencia personal: la Patria, es decir el modo propio que Aquél le regalara, dónde y cuándo poder “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla” -Génesis, I, 28- y de esta segura plataforma de lanzamiento, mostrarle experimentalmente el complejo entramado de la polis, no al modo en que lo hace la mayoría de las escuelas contemporáneas, esto es, como un modelo ideológico abstracto, preestablecido desde inaccesibles usinas, al que hay que aceptar y servir a pesar de sus profundas y falaces contradicciones. No. Por el contrario, motivando su inserción en esos ambientes que le son propios, que están al alcance de su mano, adónde recrear su alma y su cuerpo: instituciones que forjan sus espacios vitales capaces de entregarle perfecciones: la familia, la parroquia, el barrio, la academia de danzas, de música, de lenguas extrañas, la fábrica, el club de sus amigos; en fin, aquellas realidades que le ayudan a echar raíces. Y desde allí trascender a los bienes eternos. Y ello, no masificada e impersonalmente, sino a través de la guía directa, necesaria, personal y amistosa del maestro.
Así, entendemos, se consuma nuestra misión por contribuir, no solo a percibir el perfume del bien –única manera de conocer y sufrir la experiencia de su ausencia- sino también a descubrir los caminos de sus fuentes, de la posibilidad de mejorarlo, de la necesidad de forjar el espíritu de sacrificio para expandirlo codo a codo con otros y finalmente, contemplar con humildad las propias limitaciones a la par que gozar la satisfacción del deber cumplido.
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